martes, 20 de septiembre de 2011

MONDO CANE/MIKE PATTON por Yamila Trautman

Mike Patton con Mondo Cane: Che notte, quella notte!
El cantante presentó su proyecto orquestado en el Teatro Coliseo; crónica y fotos
GaleríaFotos de Tomás Correa ArceAhora resulta que queremos aplicar el término "épico" y no podemos. La censura es previa y es lógica porque sabemos que lo recontrautilizamos para referirnos a todo lo relacionado con Mike Patton y -no sólo- su reciente regreso a los escenarios con Faith No More, evocando el nombre del hit de The Real Thing: no podemos repetirnos, no otra vez. Pero recurrir a cualquier sinónimo para intentar definir la experiencia del vivo del (también se dijo pero así es) proyecto más ambicioso de uno de los cantantes más versátiles de la historia del rock, se percibe harto insuficiente. Mondo Cane es el nombre de esta última empresa encarada por Mike Patton, la condensación de un interés por apropiarse de los clásicos de los representantes de la Era Dorada de la canzone italiana, clásicos de los 50 y 60, una intención derivada de sus años de residencia en Bolonia y la posibilidad de trabajar con una orquesta conformada por más de 65 músicos. Nacido sobre los escenarios italianos en 2007, Mondo Cane fue registrado en un primer disco en 2010 y se transformó en una nueva excusa para llevarlo a recorrer el mundo no con 65 pero sí con una veintena de músicos (mitad permanentes, mitad locales) a sus espaldas. Así, menos de dos meses antes de su segunda llegada a propósito de la gira de regreso de FNM, lo tenemos al tipo adelante con su característica pinta de gángster anacrónico y todas sus voces. El contexto enmarcado en el Teatro Coliseo es evidentemente diferente al del resto de sus visitas, las pasadas y las futuras, pero él carga con su bagaje histórico en las cuerdas, de Mr. Bungle a Tomahawk o Peeping Tom, pasando por Fantômas y sus caracterizaciones de personajes de videos juegos, por nombrar algunas de sus infinitas actividades: esa experiencia se traduce en cada juego vocal y justifica, por qué no decirlo, la posibilidad de llevar adelante esta magnífica rareza.

En realidad, para un vocalista profesional e inquieto, capaz de mutar con velocidad del crooner más encantador al sacado de los alaridos endemoniados, esta necesidad de incursionar en la historia de la canción, y probar con el formato orquestado, no es tan rara. Es un desafío y, también, una lección de pasado para sus seguidores. Porque, sí, esta audiencia posee una predisposición genética innegable (lo sabe el propio Patton: "Buenos Aires está lleno de italiani"), pero el compilado de nombres elegidos excede por mucho el mero conocimiento de los más populares como Fred Bongusto, Mina, Ennio Morricone o Gino Paoli. Hay que agradecer, pues.

Bien: escuchar, ver, sentir Mondo Cane en vivo implica, claro, una elevación espiritual hacia ese tiempo, ese círculo sagrado en el que yacen todos estos iconos, algunos olvidados, y una experiencia musical extraordinaria, definida por la belleza y la perfección de la orquesta mixta, comandada por el director argentino Ezequiel "Cheche" Alara. Una veintena de músicos y Patton. El setlist perfecto, el mismo de aquel concierto filmado en Amsterdam, compuesto por las once canciones registradas en el disco y otras once más: el comienzo pop-romántico con "Il cielo in una stanza" (de Gino Paoli y popularizada por Mina), coro, diez violines de la Filarmónica de Buenos Aires, una selección exquisita de sesionistas (incluido Trevor Dunn, bajista de Mr. Bungle y Fantômas, el más aclamado por el público) y el Patton más seductor asegurándose la efectividad de la conquista. El impacto de una carencia fundamental: la molestia por la ausencia del trompetista Roy Paci, sin dudas protagonista del proyecto, fue desvaneciéndose con el paso de los tracks (y la labor de Enrico Gabrielli en vientos) pero nunca olvidada.

La flexibilidad, la trasmutación constante del personaje y los arreglos propios para cada pieza perenne, complican la selección de los momentos destacados de esta noche, digamos, "gloriosa". Las sirenas y "Che notte!" del poco recordado, tan talentoso como delirante, Fred Buscaglione (y quizás el más parecido físicamente a Patton de los elegidos): jadeos, grititos, frenetismo extremo, ragazzi. Patton, por si alguno lo había olvidado, se encarga de dejar en claro su excelencia al frente del escenario: se para, va, viene, agita, se agacha, se quiebra, se vuelve a parar. "Hola, porteños. Hola, porteñas", tira. Sus cuerdas acompañan los altibajos, esa amplitud extrema que bien ejemplifica "Urlo negro", el track esquizofrénico: el más agresivo, con el falsetto más agudo, el grito más visceral ("Lo sai che cosa hai fatto? A me!") y al mismo tiempo el más pop, con cortes a lo Rita Pavone, bailecito de las coristas y todo.

Así, entre el beatboxing extraterrestre y la canzonetta de cuna, se erige este mundo etéreo y contradictorio, producto de la imaginación de una mente incomparable, este mundo perruno. Del lado de los sueños, "Scalinatella", por ejemplo: solo guitarra y un dulce susurro napolitano; del lado de las pesadillas, "O Venezia": densa atmósfera cinematográfica definida por macabros "lalás" y el recuerdo inevitable del perturbador "Rosemary´s Baby" de Fantômas. En el medio, en la zona terrenal, el relato cabalgado de "Storia d´Amore" de Adriano Celentano (un atisbo de headbangueo y la ovación de pie) y el doble homenaje a un ídolo, Ennio Morricone, con "Quello che conta" y "Deep Down".

La innecesaria aparición de mate y bombilla, para el bis "Una sigaretta" y el cambio de la letra por "una matecita" (sic) fue un detalle ínfimo, inexistente. A esta altura, ya todos habíamos concluido en la veracidad de al menos tres hipótesis. Que desde la ignorancia suele confundirse la locura con la genialidad; que, no importa a cuántos otros shows asistamos, el de Mondo Cane rankeará entre los más altos, siempre; y que, sí, la puta, malgastamos el término: esto fue épico.

Por Yamila Trautman