miércoles, 25 de mayo de 2011

Cuadernos del Espectáculo Nro. 10

Por Carlos Abeijón (in situ desde el Hilton en la entrega de los Martín Fierro –y además tiene tiempo de ver todo lo que escribe o nos engaña y tiene gente que trabaja a su nombre!!!-. Investigaremos. Mientras tanto disfrute de sus comentarios exclusivos para este medio)



Con grandes expectativas y en medio de las polémicas que despierta todos los años la fiesta más importante del espectáculo vernáculo, se llevó a cabo la 41* entrega de los premios Martín Fierro a la producción 2010 de televisión y radio. La ceremonia, con transmisión impecable desde las suntuosas instalaciones del hotel Hilton, fue emitida en alta definición a todo el país por Canal 13. Con la errática conducción de los tan entusiastas como desentonados Natalia Oreiro y Mike Amigorena (sin química entre ellos, poco graciosos y muy poco preparados para tamaña responsabilidad), la fiesta avanzó con todas las grandes figuras presentes, rica comida para los invitados, mucha emoción en los recordatorios (el homenaje a Carlos Balá muy merecido) y los figurones de siempre paseándose por las mesas para robar cámara. Canal trece se llevó 19 premios y PARA VESTIR SANTOS, su mejor programa, se alzó con 9 estatuillas, incluido el Martín Fierro de Oro. Muy merecido el premio a la mejor actuación que recibieron Gabriela Toscano, Rodrigo de la Serna (un actor que sigue deslumbrando con su ductilidad), Raúl Taibo y la gran Selva Alemán (al fin un reconocimiento para esta actriz formidable). El público premió con el Platino al rey del estilo y la banalidad, Marcelo Tinelli. Bueno, este país da para todo, qué vamos a hacer. Para recordar la cara triste y la expresión de odio de la Señora, cuando se enteró que no ganó nada. Dios es justo



Las series se estrenan en el cable con un ritmo vertiginoso y muchos productos son de gran calidad. Moviecity está presentando en alta definición la precuela de la impactante SPARTACUS, que desde el año pasado sigue conquistando adeptos en todo el mundo. Centrada en plena decadencia del Imperio Romano, dejó en suspenso la continuidad de la historia y el destino del héroe para presentar LOS DIOSES DE LA ARENA, el comienzo del mito. La ferocidad de las luchas de los gladiadores en el circo y las intrigas palaciegas son mostradas con una crudeza impensada para este tipo de propuestas. La estética con profusión de mutilaciones, sangre a granel, deslumbrantes cuerpos desnudos de hombres y mujeres, orgías para todos los gustos y escenas sexuales al mejor estilo porno soft, sorprende por su artificioso despliegue visual. La reconstrucción de época es precisa y el vestuario de gran vuelo. A pesar de su afán efectista y el ojo puesto en el rating, se sigue con interés por las buenas actuaciones, los diálogos afilados y los cuerpos lustrosos de los gladiadores sacándose chispa en la arena (fruto de largas horas de gimnasio e ingesta de químicos varios. Un plato suculento para gays desaforados y señoras hambrientas de cariño. Bon apetit.



Después de la desprejuiciada versión de la ópera CARMEN, de Bizet, gracias al talento de Marcelo Lombardero (al fin una cigarrera de desbordante sensualidad), Buenos Aire Lírica continúa su apuesta a realizaciones escénicas de vanguardia y al aporte de técnicos y artistas nacionales en la flamante presentación de la poco transitada ópera de Carl María Von Weber, DER FREISCHÛTZ (EL CAZADOR FURTIVO). Resultó auspicioso el rescate de este brillante exponente de la ópera romántica alemana, cuya composición histórica nos remonta a mediados del siglo diecisiete. Con toques fantásticos, esta desesperada historia de amor avanza fácilmente sin los enredados conflictos temáticos tan afines al género. A partir de la bella obertura, la musicalidad afiatada de Weber alcanza su plenitud al final del segundo acto y en el prolongado final. Para disfrutar, la esplendorosa voz de la joven y promisoria soprano Carla Filipcic Holm, en el rol de la atribulada Agathe y la potente afinidad canora del Caspar de Hernàn Iturralde. Discretas la escenografía de Marìa Josè Besozzi y la iluminación de Alejandro Le Roux. El vestuario de Lucìa Marmorek cumple con sus funciones sin demasiado brillo. Y por ser su debut en la regié, Mercedes Marmorek se muestra bastante prolija. Escuchar el canto en idioma alemán nos aparta, con gusto, de los sonidos tradicionales de otros lenguajes operísticos, esta vez en el petit Colón, el teatro Avenida, of course.